Despacio con el peso de los años cargado en sus zapatos, así subió cada uno de los peldaños de la vieja casa. Aferrado con sus brazos a la baranda y a los recuerdos.
Tantos años habían pasado, recordaba cuántas veces en pantalones cortos se había sentado en esas mismas escaleras a ver pasar las gentes, riendo y disfrutando del calor de los días de verano y esa brisa que entraba por la calle al atardecer cuando el sol se marchaba dejando su caricia en las playas .
Eran apenas siete peldaños los que lo separaban de la felicidad plena, habían estado tan lejanos, soñó tantas veces con volver a subirlos con abrir la puerta.
Cómo pudo, temblando por la emoción, introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta, inmediatamente lo invadió ese aire y ese aroma indescriptible, qué sólo se guarda en la memoria, la casa no es simplemente una edificación, cuando en ella se guardan pequeñas partículas de almas que han quedado impregnadas en el aire.
Aquella casa de verano distaba mucho de ser una mansión, pero aquellos 7 peldaños eran para él la entrada al Paraíso... Aldo J. Barone